En la cultura occidental el tiempo se reduce a un segmento con un punto de partida y otro final, por el que nos desplazamos de forma lineal sin posibilidad de retornar.
Pero en lo que se refiere a las vivencias y emociones, el tiempo se asemeja mas a un círculo por el caminamos, una y otra vez, en un retorno parcial. Espiamos otras posibles vidas, escuchamos otras voces, visitamos aquellos lugares ..., expiamos nuestras vivencias, cuyas cotas inexorablemente no podemos franquear.
Tan sólo en determinados momentos, momentos brindados por el azar, conseguimos escapar de la espiral por la que transitábamos.
Son estos instantes capaces de cambiar una vida, y es aquí cuando recupera el tiempo su calidad lineal, pues nos alejamos en línea recta de ese ciclo.
La naturaleza de estos intervalos es caótica y de ahí que sus repercusiones sean impredecibles, al igual que una débil ráfaga de viento es capaz de modificar la trayectoria que describe el humo de un cigarro hacia el vacío, así nos vemos arrastrados por el azar de un ciclo a otro.
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