lunes, 26 de enero de 2009

ADIOS A LOS SÍMBOLOS


Un día no fue posible encontrar el rumor de tu voz,
algo se volvió pesado,
me cansé de interpretar lo indescifrable,
transitábamos una red de banda angosta,
canales paralelos que nunca se llegaron a tocar.
Incapaz de asimilar nuevos códigos,
no supe esperar en estaciones
en las que se hablaban lenguas extrañas.
El viento arreció y migré a través de las ondas,
a otro lugar, a otro destino,
hui de la tierra de los símbolos,
en la que todo fue encriptado,
en la que no existe transductor que transforme señal,
ni receptor que entienda mensaje alguno.

domingo, 25 de enero de 2009

LA VENTANA DE ENFRENTE


¿Qué ocurriría si alguien apareciera en tu vida para "rescatarte"? ¿Cómo actuarías si el azar y la casualidad se aliaran para hacer realidad lo que deseas?
A veces ponemos la esperanza en otras personas para evadirnos de una realidad, que en algunos casos nos es ajena o que en otros muchos no sabemos valorar. Deseamos que alguien nos rescate y llene ese vacío existencial que en muchas etapas irrumpe como una fiera en nuestras vidas.
Generalmente esas personas no responden a nuestras expectativas, o pasan por nuestro lado sin ser capaces de rasgar esa primera capa que nos embadurna y protege de lo que nos puede dañar.
Pero ¿qué ocurre cuando si se corresponde con tus expectativas? ¿cuando aparece la repuesta a lo que siempre te habías preguntado? Ya no es el reflejo de tu voz, la realidad supera al eco de tus pensamientos.
Si todo esto se cruzara con una de las más bellas historias de amor, la del encuentro imposible, la de la frustración por la incomprensión de una sociedad homófoba, la que trasciende a las miradas y los encuentros furtivos, la que se concilia en la escritura de los sentimientos y se alimenta en la espera del momento propicio, aquel momento que no fluye sin la presencia de la muerte.
La protagonista opta por no ver el detalle, por alejarse y poder ver su propia vida "desde la ventana de enfrente", observar su vida desde la distancia, sentir la pérdida antes de partir, y así resuelve matar algo de sí misma para después renacer de sus propias cenizas.
En lugar de cambiar lo que le rodea, opta por la autorrealización personal, llenar su hueco por otro camino, buscándose a sí misma; un camino sin duda más arduo, menos común en la sociedad de hoy en día, pero que si somos capaces de emprender, quizá en determinados instantes, nos permitirá rozar con la punta de los dedos, aquello que llaman felicidad.

viernes, 9 de enero de 2009

UN MORTAL SIN PIRUETA. Ernesto Calabuig

Cuando llegaba el verano, siempre estaba esperando conocer cuál era la fecha en la que partiríamos hacia la casa de los abuelos. Además del calor sofocante del estío que de esta manera evitábamos, por ser nuestro destino una capital de Castilla León, los recuerdos de los veranos anteriores hacían de esta espera la mayor de las ilusiones del año. Uno de los atractivos principales era conocer las historias que el abuelo nos contaba, y el otro compartir las venticuatro horas del día con nuestros primos.
Mi abuelo se quedaba en la cama hasta bastante tarde, y sus nietos acudíamos a su habitación casi todas las mañanas, intentándo que nos contara alguna de esas historias que nos permitían divisar de puntillas otro tiempo y por unos momentos sentir que habitabas otros cuerpos y otras vidas. Mi abuelo, con un discurso pausado, no parco en descripciones de paisajes o de personajes, nos transmitía una gran cantidad de sensaciones, que la mayor parte de ellas nunca íbamos a experimentar, cuestión que en ese momento eramos incapaces de dilucidar: el peligro de la batalla, el sinsentido de una guerra en la que hermanos quedaban a los dos lados de la contienda, la amistad de aquel que le salvó la vida, la necesidad que acusó durante postguerra, el contacto cotidiano con la naturaleza, la capacidad humana para autosuperarse.... en otras ocasiones los protagonistas eran otros, pero estas historias no eran narradas a voz sino escritas.
Por aquel entonces no éramos capaces de saber que la vida que nos esperaba no tendría nada que ver con la suya, que la vivencias de finales del siglo XX y principios del XXI iban a estar almidonadas y narcotizadas con toda clase de artilugios, que la vida iba a ser diferente, como de plástico, menos real, para aquellos que pertenecieron a dos generaciones posteriores.
Así que ahora cabe preguntarse si aquellas historias que el abuelo contaba, que dejaron en sus nietos la idea de una vida más plena aúnque insegura, en la que en cualquier momento un peligro podía acechar, donde la vida y la muerte se miraban a la cara con pausa y retratándose, no habrá calado en nuestro anhelo, e inconcientemente, seguimos buscando esa vida llena de misterios y peligros. Una vida real.
En el libro de Ernesto Calabuig se puede gozar de una serie de relatos que con la voz de la añoranza nos narra parte de la infancia, la adolescencia y experiencias del pasado, que adornados con la pátina de los recuerdos, alcanza en determinados momentos una gran belleza, la de la sencillez de lo cotidiano que discreta se muestra pero nos es tan dificil descubrir y valorar. No seas tan discreta belleza, escupe.

domingo, 4 de enero de 2009



Nos persigue,
persiste desde las sombras,
no es posible dejar atrás obscuridad alguna,
ni las vidas que allí naufragaron.
Caemos en la noche kafkiana,
sin voluntad, ni posible huida.
¿Cómo voy a ser yo la que te redima?
si no hay amanecer,
ni se vislumbra orilla.
Obstaculiza este ancla onírica
que a alta mar ata y aisla,
allí,
donde se retorna al pasado,
y no hay acto en el presente.
No hay contrapeso que equilibre nuestro navío.
¿Cómo voy a salvarte yo?
si me hundo contigo.